lunes, 19 de marzo de 2012

Ubicuidad

Salí a caminar con una idea que daba vueltas en mi mente de manera incesante. Quería estar en más de un lugar a la vez; ubicuidad, si algo así.
El entramado de los árboles no permitía ver que ocurría fuera de aquel túnel de troncos, ramas y hojas por el cual transitaba.  No se podía ver mas allá del camino y después seguía igual, ya había estado aquí; el sol, sin embargo, siempre lograba colarse. Las hojas de los arboles empezaron a caer sobre mí como tempestad cubriendome el cuerpo. Entendí lo que pasaba cuando intenté caminar. No podía desplazarme, sin embargo parte de mi cuerpo se movía a ritmo del viento, no solamente eso, ahora lograba ver el cielo con alguna dificultad pero podía distinguir nubes, sentir la brisa. Veía hileras de vehículos circulando por vías que en otras circunstancias ni sabría que estaban allí. Podía sentir si venia la lluvia o dejarme calentar por el sol y elevar mis brazos en agradecimiento. Mis brazos alcanzaban las altas ramas de otros árboles tejiendo una fuerte red natural que se desentrañaba para hacernos flexibles cuando fuera necesario. Hacernos dije y entonces me percaté que me había convertido en uno de ellos.
Ahora era un árbol. Mis propias piernas, las que me daban sostén, no me permitían desplazarme; eran raíces. Pero esto no coincidía con mi deseo, ya no podría ir de un sitio a otro.
Pase mucho tiempo así. Algunos árboles se fueron y llegaron algunos nuevos. Algunos pasamos mucho tiempo juntos y a través de nuestras ramas y también las raíces nos dejábamos saber de alegrías y también necesidades.
LLegó el día que vinieron a buscarnos; entendimos porqué “algunos árboles se fueron y vinieron nuevos”. Era hora de que se cumpliera mi solicitud. Mi cuerpo luego de un esmerado trabajo fue transformado y llevado en diversos formatos a destinos diferentes, parte fue a una fábrica de lápices y creyones, otra fue a fabricar papel, otra a un artesano para hacer los bancos de las plazas de pueblos, pupitres, marcos de ventanas para asomarse al día, una silla y un escritorio pequeños, comedores para celebrar encuentros de familiares y amigos.  
En algún momento esos lápices llevados por la mano de alguien, dibujarán, escribirán sobre alguna hoja de papel, apoyados sobre algún escritorio, una mesa de trabajo, hasta convertirse en un apunte, una nota de recuerdo, un libro, una carta, una ilustración con el diseño de algún objeto de utilidad que podría llegar a muchas otras manos, eventualmente a una sonrisa o a una lagrima, que evaporada tal vez caiga como lluvia sobre el mismo túnel del cual salí para repetir este proceso una y otra vez.

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