Nenúfares
azules o blancos me dicen de la hora; como si fueran un reloj, se abren y se
cierran, se esconden, dependiendo del momento del día. Nunca se cruzan. El
tiempo de uno es justo diferente del otro. Mis manos distinguen su color y mis
ojos que no quieren acabar su encierro, escondidos tras los párpados se
percatan que no son el único sentido que puede ver.
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