Cuento
las gotas en el piso
Camino
sobre ellas
Y
ellas sobre mí.
El
recolector de aguas perfila el techo y termina en un agujero, justo en la
mitad. Allí tres cadenas impiden que la lluvia se convierta en uno de esos
chorros que hacían de regadera en Turen y a veces en Piritu.
Mamá
nos refería que al abuelo le encantaba bañarse con el agua de lluvia y
especialmente en esos chorros que caían desde el techo de su casa. En Turen
hace mucho calor aún en época de inviernos.
En
alguna de esas "duchas" del abuelo, el delicioso chorro se convirtió
en una serpiente que de inmediato se enrolló en su cuello.
Mi
abuelo, con una de sus colosales manos, logró agarrarla por la cabeza tratando
que aflojara y mientras más la apretaba, la culebra, que en mí imaginación
era inmensa, más se enrollaba en el cuello de mí abuelo.
Aquello
fue un duelo a muerte del que Don Segundo salió victorioso. Si hubiera un superhéroe
del llano, ese habría sido mi abuelo.
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