Resulta que Don Segundo, mi abuelo, tenía la gracia de congregar al pueblo con las historias de sus viajes hasta la lejana Valencia o a la capital, de donde regresaba siempre con cortes, golosinas, quesos, libros e historias del camino, entre otras cosas.
En el pueblo vivía un señor cuyo nombre era Hermenegildo, debo suponer ya fallecido y seguramente enterrado en el cementerio de Turen. A Hermenegildo todos le llamaban Meregildo.
Una noche de esas en las que luego de alguno de sus viajes, él entretenía a sus fanáticos, uno de ellos le dijo algo así como:
- Don Segundo cuéntenos algo que le haiga acontecido en uno de sus viajes a la capital, y mi abuelo le corrige diciendo, no se dice haiga se dice haya.
La persona con cara de extrañeza le pregunta, Don Segundo y eso como se escribe? Mi abuelo, con su verbo inmediato y tan buen hablar, le respondió
- Hijo, haya se escribe con ache, con H de Meregildo.
Todo esto ocurría antes que el encargado de apagar las lámparas de querosén que hacían de faroles en la calle, pasara para decir que ya era hora de dormir.
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