viernes, 4 de marzo de 2011

María Maria, te estoy llamando Maria.....

Era sábado. Era 15. Era noviembre.

Cumpleaños de mi amigo Edgar quien se empeña cada año en emparejarse con mi edad, pero que va siempre será menor. Ahora que lo pienso, me resulta difícil imaginar que haya transcurrido un lapso mayor a 3 meses antes que nos contactemos de alguna manera o al menos pensemos en el otro, quiero decir el uno en el otro.

Este sábado del año 2008, los planes como en mucho tiempo eran cada quien por su lado. Esta estrategia nos ha dado una oportunidad infinita de encuentros y en cuentos.

Recuerdo que le llamé para felicitarlo (esto es impelable excepto cuando estamos de viaje), desde una tiendita en El Hatillo donde comprabamos un obsequio para Teresa, la mamá de otro maracucho en mi vida, quien celebraría esa noche su cumpleaños numero no se que, y nos habia honrado considerándonos en su pequeña lista de invitados. Por cierto, el apartamento de Edgar, que yo llamo La Heladería, pero ese es otro cuento, esta equidistante a las casas de Teresa y de otro grande amigo. Debe haber algo en Los Palos Grandes, no se. Creo que algún día se conocerán y me enteraré. No lo se.

Esa noche ella pidió, gente querida, una noche íntima, comida en casa (por cierto Teresa, así se llama, prepara unos hervidos inolvidables para los domingos, dignos de la reseña de cualquier sibarita), música en vivo y mas nada.

Y así fue, mas o menos.

Llegamos un poco tarde, pero justo antes que empezara el concierto. Porque eso fue. Juan Carlos, alguien a quien ya había escuchado cantar previamente, nos entretuvo con la música de la casa, de Venezuela y también de otros países de Latinoamerica. Canciones que sabíamos y repetimos sin importar que cantaramos en tonos diferentes, o desafinados o simplemente no supieramos cantar. Canciones de cuyas estrofas solo conocíamos el final y entonces también las repetíamos y otras que apenas empezaban a formar parte de nuestro repertorio de escuchahabientes. Eso realmente no importaba, todo sonaba bien. Estábamos felices.

En algún momento de esa noche, de un rato musical que debía durar solo una hora, pero que practicamente ninguno deseaba que terminara, Carlos, el hijo de Teresa, apareció con sus tíos y un teléfono inalámbrico, bueno los tíos en el teléfono inalámbrico que llamaban para felicitar a la cumpleañera y dejó el aparato sobre la mesa; esto no lo voy a olvidar. La noche continuó transcurriendo de manera espontánea y musical . En algún momento nos dimos cuenta que el teléfono seguía allí, pensábamos que habrían colgado; pues no, resulta que se habían servido un güisquicito y resolvieron quedarse la noche, incluso Juan Carlos los complació con un tema que el tío pidió y dedicó "Maria" a la cumpleañera, esa canción que hace el título de esta entrada.

Maracaibo en mi vida.

¡Es buena parte de quien soy!

Y los ojos de María te reciben en la puerta de La Heladería

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