Caminaba Lilian por la plaza con su traje blanco de hilo y lunas. Sobre su cabeza llevaba un sombrero elaborado artesanalmente con unas pequeñas pajitas. Un ave de esas que solo viven en las plazas, robó en un vuelo apresurado una de ellas.
Un Ángel que los observaba desde un banco muy cerca de sus pasos; voló de inmediato a rescatar la pajita robada y Lilian inevitablemente le siguió.
Se quedaron a vivir allí, en un espacio que había sido hecho para ellos. Desde entonces construyen otros iguales en las copas de los árboles con pajitas que roban de los sombreros de mujeres que pasean por la plaza con vestidos blancos de hilo y lunas. En los bancos, ángeles esperan.
Notas breves. Sabor, aroma, propósito siempre en el café. En el café hay rito, encuentro, memoria; ayuda a la palabra y al gesto. El café es un sentimiento y también una actitud. Así, el amor.. Dispongámonos para su ceremonia y para tomarlo en compañia.... especialmente la nuestra. Es bueno cuando vienes....
martes, 15 de marzo de 2011
miércoles, 9 de marzo de 2011
Con ache
Esto no lo viví, me lo contaron y me gusta creerlo.
Resulta que Don Segundo, mi abuelo, tenía la gracia de congregar al pueblo con las historias de sus viajes hasta la lejana Valencia o a la capital, de donde regresaba siempre con cortes, golosinas, quesos, libros e historias del camino, entre otras cosas.
En el pueblo vivía un señor cuyo nombre era Hermenegildo, debo suponer ya fallecido y seguramente enterrado en el cementerio de Turen. A Hermenegildo todos le llamaban Meregildo.
Una noche de esas en las que luego de alguno de sus viajes, él entretenía a sus fanáticos, uno de ellos le dijo algo así como:
- Don Segundo cuéntenos algo que le haiga acontecido en uno de sus viajes a la capital, y mi abuelo le corrige diciendo, no se dice haiga se dice haya.
La persona con cara de extrañeza le pregunta, Don Segundo y eso como se escribe? Mi abuelo, con su verbo inmediato y tan buen hablar, le respondió
- Hijo, haya se escribe con ache, con H de Meregildo.
Todo esto ocurría antes que el encargado de apagar las lámparas de querosén que hacían de faroles en la calle, pasara para decir que ya era hora de dormir.
Encuentro
Te buscaré de una vez por todas las que te han buscado, entonces me hallaré a las puertas de este encuentro.
Te buscaré por todas las que te han buscado y entonces me hallaré, de una vez, a las puertas de este encuentro.
De una vez te buscaré a las puertas de este encuentro, por todas las que te han buscado, entonces me hallaré.
Te buscaré por todas las que te han buscado y entonces me hallaré, de una vez, a las puertas de este encuentro.
De una vez te buscaré a las puertas de este encuentro, por todas las que te han buscado, entonces me hallaré.
Brevedad
Acabo de ver a dos chicas con breve edad.
Van tomadas de la mano; yo colgue mi sonrisa allí en ese columpio
hasta que ya el retrovisor no fue suficiente, sino mi imaginación y los recuerdos.
Van tomadas de la mano; yo colgue mi sonrisa allí en ese columpio
hasta que ya el retrovisor no fue suficiente, sino mi imaginación y los recuerdos.
viernes, 4 de marzo de 2011
María Maria, te estoy llamando Maria.....
Era sábado. Era 15. Era noviembre.
Cumpleaños de mi amigo Edgar quien se empeña cada año en emparejarse con mi edad, pero que va siempre será menor. Ahora que lo pienso, me resulta difícil imaginar que haya transcurrido un lapso mayor a 3 meses antes que nos contactemos de alguna manera o al menos pensemos en el otro, quiero decir el uno en el otro.
Este sábado del año 2008, los planes como en mucho tiempo eran cada quien por su lado. Esta estrategia nos ha dado una oportunidad infinita de encuentros y en cuentos.
Esa noche ella pidió, gente querida, una noche íntima, comida en casa (por cierto Teresa, así se llama, prepara unos hervidos inolvidables para los domingos, dignos de la reseña de cualquier sibarita), música en vivo y mas nada.
Y así fue, mas o menos.
Llegamos un poco tarde, pero justo antes que empezara el concierto. Porque eso fue. Juan Carlos, alguien a quien ya había escuchado cantar previamente, nos entretuvo con la música de la casa, de Venezuela y también de otros países de Latinoamerica. Canciones que sabíamos y repetimos sin importar que cantaramos en tonos diferentes, o desafinados o simplemente no supieramos cantar. Canciones de cuyas estrofas solo conocíamos el final y entonces también las repetíamos y otras que apenas empezaban a formar parte de nuestro repertorio de escuchahabientes. Eso realmente no importaba, todo sonaba bien. Estábamos felices.
Maracaibo en mi vida.
¡Es buena parte de quien soy!
Y los ojos de María te reciben en la puerta de La Heladería
La cita
no hay hora en él.
Solo te espero en mi vida y bajo la lluvia
Solo te espero en mi vida y bajo la lluvia
Por favor ven sin paraguas para reconocerte
y con el cuerpo descubierto
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