martes, 20 de noviembre de 2007

¿Café sin leche?

Opiniones encontradas con respecto al consumo de leche de vaca podemos encontrar todas; en fuentes confiables o no, en tratados de nutrición, libros, folletos, en internet. Por todos lados nos apabullan con información a favor o en contra del consumo de leche y sus derivados, ya uno no sabe si es la mala o la buena leche, si son los productores de frutas y vegetales los que están interesados en acabar con el mercado de lácteos; en fin.

Pero mas allá de si es buena o mala, lo que me ocupa con la leche y su progresiva desaparición (así como de sus productores y procesadores), es el asalto al lenguaje que sufrirá nuestra cultura de consumo de café en Venezuela (que para algunos también es mala.... que tiempos aquellos en que andábamos por allí desinformados o desorientados, y felices) y la riqueza que ha aportado a la manera tan deliciosa de comunicarnos cuando pedimos y compartimos, por ejemplo, un cafecito.

Y es que la leche ha jugado un papel importante en el proceso creativo, infinito por cierto, que hemos tenido los venezolanos para construir un lenguaje propio alrededor, entre otras cosas, del café y en este particular tema, esta riqueza del lenguaje, aun cuando la RAE todavía no acepte o quizá no haya recogido todo nuestro repertorio, pienso que es igualada por ningún país. Casi tan sabroso como el café es la manera que tenemos los venezolanos de pedirlo, no importa si estamos recién levantados, bajos de cafeína, estudiando para el difícil examen del día siguiente, enratonados o amanecidos, camino al trabajo, en una panadería, en el kiosco de la esquina, en el mercado, en una cola o en el lugar mas exclusivo. Tomamos café todos los días, a cada rato y casi en cualquier sitio. Pero debo regresar al abanico de opciones que hemos creado para consumirlo y disfrutarlo.

No se cómo, pero basta pararse, por ejemplo, en la barra de una panadería cualquiera del país para escuchar cosas como estas: Epale dame un negrito!, un guayoyito chamo, guarapo, marrón corto, marrón largo, negro corto, expreso, un conlechito ahí, un tetero ahí rapidito que voy a llegar tarde, quiero un negrito corto con un chorrito de leche bien caliente, capuchino, marrón clarito con leche fría, marrón oscuro, un negrito pero no tan fuerte, dame un café pa ver si me despierto- estoy amanecido (y de paso nos enteramos de su intensa noche de rumba)........ Y lo mejor todo esto, lo pedimos simultáneamente a la misma persona, quien impecablemente nos entrega la orden exactamente de la manera como la esperábamos para empezar o continuar el día.

Seguramente, ante la desaparición de este líquido tan preciado, primero entraremos en la etapa de desconcierto, la queja, la crítica infinita e incisiva, la chanza y finalmente acostumbrados a su ausencia, construiremos un nuevo lenguaje, pero esta vez alrededor del café, siempre sabroso, pero sin leche.

Espero, en todos, que la ausencia y las desapariciones no se nos conviertan en costumbre.

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