Con el propósito simple de abrazar salgo a buscarle.
Vago por calles desconocidas de su ciudad.
Su ciudad y su nombre son mis primeras pistas para encontrarle y un aroma que presiento suyo.
La he leído. La leo.
Imagino sus parlanchines dedos sobre un teclado.
Le presiento sonreír mientras escribe. Este teclado tiene un sonido particular. La he imaginado llorar con lágrimas que regresan tras el sueño en forma de coraje.
Arruga como un papel alguna idea y hace el amague de arrojarla al olvido cuando en realidad la coloca en un sitio al cual regresará más tarde.
He visto sus lentes resbalar por la nariz hasta alcanzar el borde del abismo. He visto como los rescata para regresarse el paisaje.
Me percato de todos estos detalles y me doy cuenta que esos sonidos también me llevarán hacia ella.
Se su nombre. Se qué tomaríamos un café. Me invitó a ese encuentro. Dijo que es la idea. Y lo tengo presente.
Se que en una esquina, en algún momento de distracción, tomara mi brazo y me introducirá en su mundo de azul y sol.
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