Podía ver a través de las paredes. Observar lo que ocurría en la casa del vecino, en el piso inferior, en el edificio de enfrente, detrás de una montaña, pero era incapaz de ver cuando se encontraba en su propia casa.
Solo traspasar ese umbral, la frontera entre su realidad y el resto, hacía que su visión desapareciera, en ese momento se transformaba en una persona absolutamente ciega.
Escapar de esta situación, le llevo a vagar interminablemente, pues cada vez que sentía que algún espacio empezaba a ser suyo, la ceguera regresaba.
Solo cuando decidió que ya nada le pertenecía, cuando ya casi había olvidado quien era, cuál era su nombre, cómo era su rostro, pudo regresar a casa y se encontró con un lugar vacío de objetos excepto por una foto que lo reconectó con su pasado. Había pasado mucho tiempo. Había tenido muchos nombres, todos los que dieran esos lugares que debió abandonar cada vez que le fue necesario huir.
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