Tenía una vieja libreta con hojas en blanco
y un lápiz
Me ofreció un poema
Le entregué una palabra
No quería dinero si no nos gustaba
Leyó nuestro retrato.
Quedó para una cerveza y el subterráneo a casa
De la mano caminamos río abajo
hasta la puerta de un bar tranquilo
Allí le encontramos de nuevo
Repetía el mismo poema
Cambiaba sólo una palabra
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