viernes, 30 de agosto de 2013

Línea 40

Flexiblemente calculados, se ajustan a mis estados. Sus labios, el ojal que abrocha mi pecho, también lo desabrocha

sábado, 24 de agosto de 2013

Cinco minutos


Luisa, la dueña de la pequeña tienda lo vio salir muy deprisa por la puerta central del segundo vagón, que como cada día paraba justo al frente a su venta de periódicos y comidas listas para salir, como las llama. Otras personas también salieron del vagón y corrían casi con la misma prisa.
Era extraño que no se hubiera detenido como solía hacerlo a esa hora. Siempre la saludaba con un abrazo y llevaba su cafe negro americano y un bagel. Ese día ella lo tenía todo listo en una pequeña bolsa de papel. También era curioso que llevara su ropa desarreglada. La camisa fuera del pantalón parecía manchada, su cabello un tanto despeinado. Su rostro no llevaba la expresión de siempre.
Salió al anden llamándole pero el no la escuchó, no tenía tiempo para escucharla. Todo esto ocurrió en instantes y Luisa no se percató de los gritos de auxilio que provenían del tren. 
Un hombre yacía gravemente herido en el piso del segundo vagón. Un pequeño lloraba junto a el mientras otros trataban de ayudarle. 
- fue el hombre de la camisa a cuadros. Todos decían.
Su piel se erizó y sus ojos se llenaron de horror, cuando vio a los policías traer al hombre de la camisa a cuadros, minutos después, con las manos esposadas a su espalda. 
Antes de entrar en el tren para ser reconocido, se detuvo frente a ella y bajó la cabeza.
Desde el anden, Luisa miró a su hijo entrar al vagón.

Explotando la burbuja

Escondida en un campo abierto me hallaste, a esconderme en un campo abierto regrese.

Línea 36

No sabes cómo decirles. No se cómo decírmelo.

La bicicleta roja - hasta 200 palabras

"QUÉDATE CONMIGO" decía la nota que encontré sobre la bicicleta roja frente a la casa. 
Cansada por la caminata desde la estación, como cada día luego del trabajo, tome un baño, me vestí con ropa cómoda de sus colores favoritos y me dispuse a esperar que llegara recostada sobre la grama del patio. Hicimos una cita en los sueños donde siempre acordábamos encontrarnos al despedirnos.
Mis ojos empezaron a cerrarse y su mano acariciando mi cabello me recordó que hoy nos veríamos. Desperté, sintiendo que allí había estado. Al abrir los ojos vi el humo del tren, comprendí donde era la cita pues el tren pasa solo una vez en las tardes y calcule que aun corriendo no llegaría. Recordé la bicicleta roja y entendí que la había dejado para mi. 
Pedaleando con todas mis fuerzas, llegue a la estación y desde el anden pude ver un tren muy antiguo con un solo vagón. Pasó despacio sin detenerse y por la única ventana abierta asomó apenas el rostro, inclinó su cabeza para luego dedicarme una sonrisa, un guiño desde su mirada azul y extender su mano invitándome a un futuro encuentro.

La bicicleta roja

Ese día encontré una bicicleta roja en el sitio donde siempre me sentaba a descansar de regreso a casa. Allí bajo la ventana donde mamá deja sus tartas de mango para que bañen el patio con ese aroma dulce y ácido que tienen cuando aún no maduran. El dulce se siente al respirar, el ácido arde en los ojos y produce algunas lágrimas que no se pueden aguantar, como esas que provocan el dolor profundo de la pérdida. Tenía una nota pegada al asiento y decía: RECUERDA NUESTRA CITA.


Teníamos un terreno suficientemente generoso como para una siembra de frutas y hortalizas que vendíamos en los pueblos cercanos y que ponían color a las fotos de los viajeros que paraban en la estación del tren, la cual por alguna razón que no había entendido, había sido construida muy cerca de nuestro terreno que ya estaba bastante lejos de todo. Aunque cerca a la vista, llegar a la estación, aún corriendo, era un buen trayecto.
No pasaba en un día fijo excepto los sábados, pero si a la misma hora y podía distinguirse su proximidad por el humo de la chimenea. Los sábados se detenía a tomar pasajeros que iban a la ciudad. Los vagones dibujaban un horizonte a esa hora, el sonido del silbato era un aviso para la merienda. Reducía la velocidad y el corpulento conductor gritaba su saludo en un idioma para mi desconocido, retiraba el sombrero de la cabeza para inclinarla sin tropezar y luego volteaba hacia mi guiñando un ojo y sonriendo. Todo ocurría como en la cámara lenta de una película que no me cansaba de repetir. Cada tarde iba a la estación esperando que sucediera.
Esa tarde, sin embargo, deseaba recostarme en la grama mirando al cielo y así lo hice. Busque un poco de agua para refrescarme, enjuagué mi rostro, mis manos. Me dispuse a recibir el sol y esperar.
Teníamos una cita. Había tenido un sueño en el que me decía que hoy nos veríamos. Siempre me decía -Descansa chiquita, nos vemos en los sueños.
Mis ojos empezaron a cerrarse y su mano acariciando mi cabello me recordó que hoy nos veríamos. Desperté, sintiendo que allí había estado. Al abrir los ojos vi el humo del tren, comprendí donde era la cita y calcule que corriendo no llegaría. 
Recordé la bicicleta roja y supe quien la había dejado allí. Pedaleé con todas mis fuerzas, hoy no era sábado y apenas podría llegar a la estación. 
Desde el anden pude ver que se trataba de un nuevo conductor quien ya había gritado el mismo saludo y retirado su sombrero. Levantando su cabeza después de inclinarse,  volteó hacia mi. Esta vez luego de un guiño, reconocí sus ojos azules de siempre, una sonrisa y su mano invitándome a un proximo encuentro.

Medir el tiempo

No mediste el tiempo
No me diste el tiempo
Mediste el tiempo
Me diste el tiempo
Medí el tiempo
No me di el tiempo

martes, 20 de agosto de 2013

Línea 35

Estos pies que me llevan a esa ninguna parte donde habita mi corazón cobarde

Reconociendo

Extiendo mi mano para saberte
y como si de brazas ardientes se tratara
tu cuerpo esquiva la proximidad
tus ojos con su expresión de pregunta,
tu espalda, esa cortina que esconde el escenario
y yo solo esperando por el olor de una sonrisa.

En el tren

Toda la ruta ha sido la costa a un lado
     tierra al otro
Y tierra y agua y barro en los pies
y aves
y almas caminando
Jugando a las escondidas
    tras las lapidas

Tu azul generoso
Me regresa a casa

Cerote

Encontró un papel con una sola letra
Cierra el puño de su mano derecha
Y observa como el pulgar intenta
       perforar los dedos
Crepitan los huesos
Maderos ardiendo en la impotencia
La piel se estira
Desaparecen los pliegues
Estalla la mano sobre sí misma
Empieza la lluvia
No cesa el incendio


domingo, 11 de agosto de 2013

Otro balcón

Asomadas al balcón
Dos mujeres se observan
Una al norte
   la otra al sur
El norte es mar salado desde el sur
    el sur es río inevitable hacia el norte,
     que en un beso líquido recorre su orilla
hasta llegar a sus labios

Buscando

Luz que me señalas
Cuando solitariamente camino tras mis huellas

Te vuelves a mirar sobre tu hombro
     y no me ves

Será que he desparecido de tu vida
        y no te das cuenta

Será que he desaparecido de mi vida
      y no me he dado cuenta
Acaso nunca estuve?

Lluvia

La húmeda calle huele a ti
No has dejado de llover toda la noche

La luna ha llorado con sabor de mujer

La húmeda cama huele a ti.

Sin título

Una halógena luz
vuelve espejo al dibujo
que colgado en la pared        absorto me observa

Puedo verme
Y no reconozco mi rostro.
Es el tuyo

En el tren 2

El sol era rojo después de la ventana
Blancos dragones en el cielo

Gaviotas
Piedras
Niños corriendo las olas
Mujeres
Hombres 
Pescan el atardecer

Es el mar a la orilla del camino a casa

Old Saybrook. New London, CT. 06/09/98

Ella y su sombrero negro

Sólo tiene ojos
y un gracioso sombrero negro.
     Canta y cierra los ojos

Es como un ave
     no veo sus ropas 
pero es un ave
Y una invitación a volar.

Boston 05/09/98

Despertar

Me asfixia esté olor a nada en las mañanas.

Hay un cuerpo en mi cama, que no existe
Vanamente trató de alcanzarle
solo su espalda me habla
    de presencias
De ausencias

Sin título

No es el veneno el que me mata
Es que le dejo llegar donde me pide
su deseo de llevarme a la nada

Ilusionismo 2

Deliro
Rallo mis ganas
Con tu olor de mandarina....
   me quemas
Como humo penetro en tu garganta
y aparezco en tu ombligo
Justo antes del deseo

Ilusionismo

Si no aparezco
    búscame allí
donde olvidé que también soy