Los pescadores lanzan sus redes. Buscan los tesoros diarios, mientras el sol colorea sus pieles para descubrir que todos venimos del mismo sitio, que todos vamos al mismo lugar.
Caminan y juegan. Juegan y detienen su andar para contemplar, para contemplarse.
Remojan sus cuerpos y con el mar como piel, salen del agua para sumergirse en la arena.
Los cuerpos rebosados en la palidez de la playa, se cobijan. Apenas pueden respirar y cierran los ojos, no necesarios ahora para reconocerse. Son dos cuerpos ya sin género. El género es intrascendente cuando la arena los recubre. El género ya no importa; ambos cuerpos, ahora fundidos, forman una sola pieza.
Los pescadores curiosos se acercan, los cuerpos dejaron de moverse.
Encallados en la arena de esta playa, serán ahora la nueva referencia desde la que las redes, buscadoras de tesoros, se zambullirán en las costas de Chichiriviche.
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